Por Enrique Echezarra
Supongo que cuando las luces del comedor de
“El Portalón” se apagaron para ilustrar con algunas fotografías mi charla, más
de uno de los asistentes dejándose llevar por la oscuridad de la histórica
estancia, pensarían que si les iba a hablar de misterios probablemente les
desvelaría los secretos de la posible vida después de la muerte, o de la
existencia de seres extraterrestres en nuestra galaxia; sobre todo teniendo en
cuenta que la ponencia se titulaba “Tres décadas persiguiendo misterios”,
tiempo en apariencia más que suficiente para conocer tales enigmas. Sin embargo
no fue así.
Tras la presentación del amigo Paco,
presidente de la “Academia de las Ciencias”, comencé dejando clara mi escéptica
trayectoria cuestionando o dudando de las cosas (que no negando), y matizando
que tal postura era perfectamente compatible con mi pasión por el misterio;
relatando como ya desde muy joven en una de mis primeras investigaciones en una
iglesia vitoriana, un supuesto misterio
me hacía ver cómo detrás podía haber explicaciones lógicas.
Y con este crítico planteamiento el
conocido pueblo de Ochate fue el primer tema de la noche desmontando su trágica
historia oficial, la cual documentalmente se ha comprobado que no tiene nada de
maldita. Por otro lado y después de la contundente objetividad en la
investigación sobre el despoblado en el Condado de Treviño, le tocaba el turno
a una de esas historias desconcertantes como es el llamado “Caso Ahedo”. En los
años 80 una patrulla de la Ertzaintza era testigo de cómo un extraño personaje
ensotanado desaparecía delante suyo en el túnel de Aiurdin. La contundencia y
credibilidad del testimonio del entonces inspector y jefe de patrullas José
Miguel Ahedo lo convierte en un inquietante e insólito asunto.
Llegados a este punto y abierto el debate
sobre el mundo del misterio, nos dispusimos a cenar un suculento menú mientras
continuábamos planteando distintos temas e incluso compartiendo curiosas
vivencias personales de algunos de los comensales.
La noche terminaba como no podía ser de
otra manera comentando más casos en los que me había visto involucrado, desde
el famoso fantasma de Andresito y sus apariciones por la Delegación de
Hacienda, hasta los espectrales pasos del carlista desterrado que regresaba a
su Palacio de Villabuena de Alava, pasando por las singulares sudoraciones de
sangre de una mujer que residía en Miranda, de las que fui testigo junto con un
equipo del programa “Cuarto Milenio” investigando unos hechos extraños en la
vivienda.
Cuando en su día me enteré de la existencia
de la “Academia de las Ciencias” me pareció una genial iniciativa, y ahora que
he entrado a formar parte de ella no tengo más que palabras de agradecimiento
por haberme invitado. Fue una noche muy amena donde disfruté de una buena
compañía, esperando que mi pretensión de mostrar de la manera más razonable mi
entusiasmo por perseguir misterios fuera del interés de todos. Muchas gracias y
seguro que nos vemos en futuros ágapes científicos.
Vitoria-Gasteiz 06/03/2015