Por Carlos Pérez Uralde
Carlos, persona cercana, y a la que le gustaba caminar por su barrio, analizaba, en cada paso, tanto a los conciudadanos con los que se cruzaba como a las diferentes plazas, calles, tiendas, colegios, bares, etc., por los que pasaba.
Así, hablando de la especial idiosincrasia de “su” ciudad, decía:
“Esta capital autonómica puede ser extraordinariamente interesante si se tiene interés en que lo sea. A veces la gente confunde el tedio ambiental con su tedio interior, como en el poema de Kavafis, y por eso se extraña tanto al descubrir que se aburre en todas partes. No conozco a ningún tipo con el cerebro atento y las antenas de la curiosidad en permanente estado de alerta que sostenga la certidumbre de que ésta es una ciudad insoportablemente lánguida como antaño. Si lo fuera, yo sería el primero en hacer la valija y largarme en un ballenero a Groenlandia”.
O, hablando del “centralismo” de la Calle Dato , frente a la vida de los barrios, comentaba:
Ahora hay que dejar planteado el dilema sobre si la afluencia masiva de gentes a la plaza mejorará las cosas o convertirá la zona en un hormiguero desordenado comparable a los que se producen en el centro. Estoy seguro de que en este sentido se dividirán las opiniones en el barrio: unos preferirán la plácida soledad de la plaza vacía y otros la masa humana sin la que tanta gente no puede vivir. Lo que permanecerá suceda lo que suceda es la figura de un hombre solo que espera la llegada de quien no va a llegar, precariamente armado con un móvil.
En resumen, Carlos amaba a su ciudad y sufría por esa “estrechez de miras” que, desde siempre, parece haber inundado cada rincón.
Él era el primero en rebelarse contra ello.
Vitoria - Gasteiz 06/03/1998
Vitoria - Gasteiz 06/03/1998
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